Hoy el prospecto de la píldora viene a hablarme de la escucha. Y si es difícil escucharnos unos a otros, hacerlo con nosotros mismos es todavía más complicado porque no estamos acostumbrados.
Escucharnos no tiene nada que ver con “oír” todo lo que nuestros pensamientos tienen que decirnos. O más bien lo que la mente dispersa  cotorrea constantemente. Escucharnos tiene más que ver con conectar con la mente inconsciente que reside en nuestro cuerpo. 
Tendemos a considerar nuestro cuerpo como un coche o una moto que utilizamos para ir de un lado a otro, o para hacer tareas manuales. Pero la realidad no es que tengamos un cuerpo, sino que somos cuerpo. Mientras más hemos separado nuestra identidad de la propia expresión corporal, más nos sentimos fragmentados, con la sensación de ser algo ajeno a nosotros mismos.
Nuestro cuerpo nos habla. Nuestro cuerpo es quien gestiona los conflictos, las alegrías, los miedos y las tristezas. Todas las emociones van dejando en él su huella y, poco a poco, en función de nuestras vivencias, se va configurando una coraza que colapsa el flujo de energía vital. Cuando la emoción es desagradable, el cuerpo se tensa; por el contrario, si es placentera, se relaja.
Escuchar a nuestro cuerpo nos ayuda a aligerar nuestra carga emocional y evitar malestares psicosomáticos. No se trata de huir de lo que ocurre en nuestro cuerpo sino de aceptarlo. Si estás cansad@, descansa; si tienes frío, abrígate; si tienes ganas de comer, come y, si tienes ganas de llorar, llora. Si te duele el cuerpo, escúchalo, él es sabio y te guiará. 
Me tomo la píldora despues de leer el prospecto: Relajar el pecho y expandir la respiración abre el flujo de la energía vital. Así de sencillo. Dándome unos segundos de silencio varias veces al día para cuidar de mi. Simplemente respirando.
“Detrás de tus pensamientos y sentimientos, hermano mío, se encuentra un soberano poderoso, un sabio desconocido — llámase sí—mismo. En tu cuerpo habita, es tu cuerpo.” (Friedrich Nietzsche)