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Se acerca el fin del verano. Para la mayoría de nosotros las vacaciones ya se han terminado. Y… ¿qué he hecho durante las vacaciones? Esta pregunta suele tener una respuesta curiosa, que en realidad no la contesta: “¡Uff, han pasado tan rápido que no me ha dado tiempo a hacer nada!”.

Voy a tomarme la píldora mágica de este mes, para que remedie esa pereza veraniega y cure mi sensación de frustración por “no haber hecho nada”.

El caso es que al tomármela noto que aquello de “no hacer” tiene su punto. Siempre estoy pensando en lo que tengo que hacer, lo que debería hacer o lo que querría hacer, pero rara vez me planteo parar y no hacer nada.

La sociedad occidental, con sus grandes e innegables ventajas, nos incita constantemente a que seamos productivos. Y cuando termino con las obligaciones, para descansar, veo la tele, hago ejercicio, cocino, hablo por teléfono… el caso es que no paramos hasta el momento de acostarnos. Y cuando nos toca esperar en la consulta del médico o en la cola del supermercado, nos sentimos raros, molestos, porque nuestra sensación es que estamos perdiendo el tiempo o que nos estamos aburriendo.

Quizá es un buen momento para hacer una defensa del aburrimiento. Cuando tenemos tiempo libre tratamos de extraer al máximo la diversión porque le damos demasiado valor al tiempo libre. Esto bloquea en la mayoría de los casos la posibilidad de disfrutar del ocio. Exigimos tanto, tenemos el listón tan arriba, que todo lo que no cumpla con esa exigencia nos parece aburrido.

Sin embargo, el aburrimiento y la pereza son el origen de la creatividad. Cuando mis hijos eran pequeños, a veces le decía a mi madre que no sabía qué hacer para entretenerles. Ella, con esa sabiduría popular tan coincidente con los estudios cientificos actuales, me respondía: “¡deja que se aburran, asi mueven la imaginación!”

Los estudios sobre esta materia ponen de manifiesto que las personas que menos aceptan el aburrimiento son mas proclives a la ira, la depresión y la impulsividad. Por el contrario, los que lo gestionan obtienen información sobre el propio comportamiento y el entorno, fomentando la exploración dentro y fuera de si. Así, se favorece la relajación y la utilización de la pereza para aprender a ser mas productivos.

Nuestra pregunta es: ¿cómo se aburre el Tourette? Quizá sería bueno prescindir, aunque solo sea un ratito, del exceso de tecnología, las series, los juegos y aprender a aburrirnos solos, en pareja, con familia… A ver qué descubrimos.

“El smartphone nos da mucho, pero nos quita tres elementos clave del descubrimiento: la soledad, la incertidumbre y el aburrimiento. Siempre han sido el origen de las ideas creativas.” Lynda Barry (escritora, dibujante de cómics y maestra).

“Todos los problemas de la humanidad se derivan de la incapacidad del hombre para sentarse en silencio en una habitación solo.” Blaise Pascal (matemático, físico, filósofo, teólogo católico y apologista francés)

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