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Hemos leído muchas veces que la vida nos está poniendo constantemente a prueba y eso es algo que los que convivimos con el Tourette conocemos muy bien.  Muchos días  (¡muchos!) suceden cosas que nos ponen en el límite de nuestra paciencia, nuestra fuerza y nuestra voluntad para seguir tirando del carro.  En esos casos queremos tirar la toalla y darnos por vencidos.  Pero sabemos que no podemos, no tenemos escapatoria, es una huida hacia adelante.  Y eso nos produce muchísimo estrés, porque nos quedamos sin energía, pero no podemos abandonar.

Si hoy me siento así, igual es un buen momento para tomarme la píldora mágica, que este mes me habla de la resiliencia.  

¿Y en qué consiste la resiliencia?  Es la capacidad que tenemos los seres humanos de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponernos a ellas.  Incluso hay quien dice que no sólo somos capaces de afrontar y sobrevivir a las crisis, sino de salir fortalecidos de ellas.

¿Se nace resiliente igual que se nace pelirrojo, alto, gordo o con las piernas cortas?  No.  La resiliencia implica reestructurarnos constantemente en función de cómo se van desarrollando las circunstancias. Es verdad que hay personas que lo tienen más fácil porque han tenido modelos cercanos a seguir, pero, en general, como todo en la vida, requiere práctica y entrenamiento para dar lo mejor de mi mismo en cada momento. O lo que es lo mismo, crear el HÁBITO de ser resiliente.

Leo en el prospecto de la píldora cómo puedo ir practicando:

Lo primero es ver cuáles son mis fortalezas y debilidades a la hora de enfrentarme a las crisis del Tourette. Sólo desde ahí puedo desarrollar mi creatividad. Si mi Tourette es como un jarrón que se ha roto, quizá puedo ayudarle a recomponerse pegando sus trocitos.  Observando y escuchando a la persona, no al trastorno.

Lo segundo es confiar en mis propias capacidades.  El o ella confía en mí.  No importa si no lo hago del todo bien.  Si lo hago desde el amor, no me equivoco.  Y si me encuentro sin creatividad y muy limitado, está la opción de pedir ayuda.

A continuación es importante practicar el hábito de estar plenamente presente.  Vivir aquí y ahora. El pasado ya pasó y el futuro es una conjetura de prejuicios basados en lo que pasó.  Y desde aquí, respirar profundamente y tratar de ver las circunstancias a través de un prisma más optimista.  Nada en la vida es permanente.  Todo pasa.  

Por último, a veces es útil no tratar de controlar la situación, sino pararme un instante a observar cómo me siento lidiando con ella.  Para ello también es importante rodearme de personas que tienen esa misma actitud ante la adversidad.  Quizá otras personas que conviven también con el Tourette. Compartimos y aprendemos unos de otros.

Y todo esto regado con una importante dosis de humor. La sonrisa y la risa ayudan a relajar las situaciones difíciles y me predispone a ver el lado bueno de mi hijo, de mi hermana, de mi Tourette. Así podré ser también el ejemplo de resiliencia para él.  Con un poco de amor y mucha, mucha paciencia.

“No son los más fuertes de la especie los que sobreviven, ni los más inteligentes. Sobreviven los más flexibles y adaptables a los cambios”

(Charles Darwin, El origen de las Especies, 1859)

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