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Estoy solo, sola en casa. No tengo nadie con quien hablar, estoy en silencio. ¿Realmente estoy en silencio? Mas bien estoy como Lope de Vega:

«A mis soledades voy
De mis soledades vengo
Porque para estar conmigo 
Me bastan mis pensamientos
«

Es muy cierto. Cuando estoy solo, en realidad estoy con mis pensamientos. Y a veces hablan tan alto, que  no hago otra cosa que oírlos. Y digo oírlos, que no escucharlos.

La mente es como una jaula de monos que no paran de chillar e ir de un lado para otro. ¡Y es así por naturaleza! Si además tengo Tourette, la mente no es una jaula: ¡es una selva de monos!

¿Se puede luchar contra esto? no, luchar no, pero adiestrar a los monos… un poco. Sólo los grandes meditadores son capaces de acallar esa locura.

Sin embargo, puedo empezar por  tomarme la píldora mágica a ver en qué me ayuda a estar mas sano. 

Dice el refrán que si no puedes con ellos, únete a ellos. Si no puedo callar mis pensamientos,  voy a darles una oportunidad y voy a escucharlos.

Me ayudo de la respiración para conectar con ellos. Curiosamente, mientras respiro, parece que se callan, pero sé que van a aparecer. Y cuando llega el primero, lo observo sin juzgarlo. Sólo miro lo que estoy pensando… y dejo que se vaya. Y así con el siguiente, y el siguiente del siguiente. 

Es aburrido, pero poco a poco voy entrando en el silencio.

Entre la exhalación y la siguiente inhalación, hay un momento de silencio. Escucho el silencio y me permito un instante de paz en lo azaroso del día.

La píldora me invita a estar cada día unos minutos en silencio. Solo desde él puedo escuchar. A mi mismo y a los demás. Y desde ahí, puede que llegue a un estado de comprensión para conmigo y con el Tourette. 

Escucho mi Tourette.
Escucho a mi familiar con Tourette.
Sin juzgarlo.
Sin esperar nada.
No hay nada que conseguir.
Ningún lugar a donde ir.
Solo estar aquí, escuchando el silencio.
Y voy a hacer grandes descubrimientos, seguro.
Porque el silencio no es una retirada o una fuga; conduce a un enfrentamiento profundo e íntimo con la vida y con la realidad. No es el silencio en sí, son los efectos que noto después.

Puedo convivir con el Tourette desde mi silencio respetuoso. Puedo ser compasivo, compasiva con los silencios del otro. El silencio me ayuda a mejorar mis palabras y también mi manera de comunicarme con los demás a través de una mirada o un gesto.

El mes que viene seguiremos medicándonos con el silencio y hablaremos de la loca de la casa.

«Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo»  (Ludwig van Beethoven)

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