Hoy el prospecto me habla de los nuevos comienzos.  En realidad, el año parece empezar ahora, marcado por el regreso de las vacaciones y el curso escolar, incluso aunque no tenga hijos en esa edad.
 
Quizá es un buen momento para hacer una pequeña reflexión de cómo enfocar este año con mi Tourette, con mi hija, con mi hermano, con mi nieto…
 
Pero hoy voy a invitarme a no hacerlo desde la cabeza, sino observando cómo estoy, desde dónde parto. Sin juzgar desde mi púlpito, ese sitio donde razono y defiendo mis posiciones.  Simplemente dándome permiso para sentir en mi cuerpo ¿cómo estoy? ¿Dónde siento la ilusión de recomenzar, la pereza de volver otra vez? Quizá puedo observar la tristeza porque la convivencia con el Tourette ha sido muy difícil este verano: ¡malditos tics que no paran! Quizá, observando el enfado, la rabia que me produce el que esto me haya tocado a mí. O también quizá observando que la cosa el año pasado fue muy bien y me siento sereno, serena.
 
Pero sólo observando, sin juzgar, sin meter todos los argumentos de cada día que se repiten en mi cabeza una y otra vez. Observando mi dolor y mi alegría; observando mi enfado y mi serenidad; observando mis miedos y mis fortalezas. ¿Dónde están y dónde las siento?
 
El prospecto dice que haciendo este pequeño “tratamiento” puedo conseguir conectar con mi propia rotura. Todos estamos un poco rotos y tenemos traumas. Unos son individuales, fruto de nuestras experiencias personales, y otros son colectivos: pandemia, crisis económica, etc. 
 
Al conectar con la rotura – la mía y la de los demás-, puedo darme cuenta de que ese no es un estado natural para nadie.  Cuando nos sentimos plenos, felices, amando y amados, todos estos estados provienen de nuestro interior, independientemente de lo que pase alrededor.
 
Hoy la píldora me invita a permitir que mi mente y mi corazón se conecten para que surja una acción equilibrada, dejando de caminar como pollo sin cabeza encontrar esa salida del laberinto que juega con nosotros constantemente.
 
¿El comienzo? Voy a observarme primero, aprendiendo cuáles son mis mecanismos de evasión y buscando aquellas actitudes que me ayudan a ser más feliz, más pleno.
 
¿Cómo? Buscando cinco o diez minutos cada día para encontrarme en silencio con la persona con la que tengo que convivir hasta el final de mis días: YO.
 
“Quien mira hacia afuera, sueña; quien mira hacia adentro, despierta”. Carl Jung.